Las comunidades hackers han sido otro ejemplo de prácticas de colectivización del saber y del intercambio de experiencias con base en Internet, dinámicas fundamentales en la actual sociedad del conocimiento. Dichas prácticas abiertas y colectivas, orientadas a favorecer el libre intercambio y generación de saberes, han sido analizadas en años relativamente recientes bajo los rubros de:
“intercreatividad” por Tim Berners-Lee en 1996.
“inteligencia colectiva”, por Pierre Lévy, 1997.
“inteligencia emergente”, por Steven Johnson, 2001.
“nativos e inmigrantes digitales”, por Marc Prensky, 2001.
“multitudes inteligentes”, por Howard Rheingold, 2002.
“sabiduría de las multitudes”, por James Surowiecki, 2004.
“colaboratorio”, por Koichiro Matsuura, 2005; y
“arquitectura de la participación”, por Tim O’Reilly, 2005.
Para Berners-Lee, la intercreatividad representaría la sinergia de interactividad y creatividad de modo de propiciar el que una comunidad aporte conocimiento a productos desarrollados, en forma horizontal y organizada. A su vez Lévy afirma que la inteligencia colectiva representa la existencia de un saber colectivo factible de potenciarse mediante el uso de dispositivos tecnológicos.
Por su parte, Johnson denomina inteligencia emergente al proceso que permite que elementos (inclusive inconscientes, como células y abejas) aprendan de sus pares en sistemas descentralizados. En relación con el aprendizaje humano, Prensky considera que mientras para padres y educadores (generalmente inmigrantes digitales) el conocimiento es poder, en el emergente mundo liderado por los nativos digitales el poder está en compartir el conocimiento.
Los nativos digitales son consumidores y próximos productores de casi todo lo que existe (y existirá), pues son jóvenes en despliegue pleno de su aprendizaje en un entorno tecnológico, cuya lengua materna es la de las computadoras, los videojuegos e Internet.
A su vez, Rheingold explica que las multitudes inteligentes surgen en comunidades virtuales mediante ecosistemas de subculturas y grupos espontáneamente constituidos. Para Surowiecki la noción sabiduría de las multitudes aclara como la suma de decisiones colectivas de muchas personas puede resultar más acertada que las decisiones individuales.
Los colaboratorios, según Matsuura, son el surgimiento de puntos de encuentro abiertos a académicos, investigadores, estudiantes y público en general interesados en la conformación de espacios de aprendizaje en red, flexibles y participativos.
En esta lista de esfuerzos teóricos para comprender los nuevos procesos de construcción y transmisión del conocimiento se suma el de O’Reilly, quien plantea que lo característico de los nuevos desarrollos de Internet, en particular los que denomina Web 2.0, disponen del potencial de facilitar la conformación de redes de colaboración entre individuos, mediante lo que él llama una arquitectura de participación, la cual se construye más con base en las personas que en la tecnología.
Frente al triunfalismo actual de etiquetas como Web 2.0, los investigadores Cristóbal Cobo Romaní y Hugo Pardo Kuklinski contraponen limitaciones en su libro electrónico “Planeta Web 2.0: Inteligencia colectiva o medios fast food” (consulta gratuita en www.planetaweb2.net) como el de que
Cobo y Pardo señalan como paradoja frente al exceso de información, el que se tome el amateurismo como bandera de los bullshitters (charlatanes) y predicadores quienes sobrevaloran las posibilidades del periodismo colaborativo; y las limitaciones severas provenientes de la ciencia de las redes para crear un flujo más democrático en la construcción y visibilidad de los nodos; todo, claro, en un contexto donde existen violentas fluctuaciones en la dialéctica entre la tiranía de los expertos y la sabiduría de los amateurs, y viceversa.
Si bien el crecimiento de las aplicaciones de creación colectiva en línea dibuja un escenario prometedor para el trazado de una sociedad más eficiente, justa e inclusiva, queda la duda de que sólo sea un escenario de medios fast food.