Quienes llevamos años en la industria tecnológica de Miami y Centroamérica, recordamos con cariño a Johnny Ramírez: una persona que siempre tenía una sonrisa lista, una palabra amable y, casi siempre, un buen chiste bajo la manga. Johnny no solo fue un profesional destacado; fue, sobre todo, un ser humano entrañable.
Durante muchos años, trabajó con KINGSTON en Centroamérica y el Caribe, ayudando a abrir puertas para que la marca alcanzara el lugar de reconocimiento que hoy ostenta. Su entusiasmo y cercanía lo convirtieron en un puente natural con los mayoristas, colegas y amigos de toda la región.
Johnny también tenía ese don raro de alegrar cualquier reunión. Su presencia era imposible de pasar por alto: alto, con voz potente y barba característica, más de uno bromeaba diciendo que era nuestro “Pavarotti ecuatoriano”. Pero más allá de su imponente figura, estaba su calidez y ese amor por la cocina que quienes lo conocimos bien pudimos disfrutar.
Además de su etapa en KINGSTON —primero en California y luego en Miami, desde donde atendía la región centroamericana—, Johnny también formó parte de AST, una empresa pionera en computadoras compatibles. Su carrera en tecnología fue tan larga como apasionada, y nunca se alejó del sector que tanto amó.
En Miami, trabajó estrechamente con los principales distribuidores de tecnología y dejó una marca imborrable. En los Channel Awards de Compuchannel, era casi tradición pedirle que compartiera un chiste al micrófono. No importaba si eran buenos o no: Johnny siempre se ganaba un aplauso sincero.
Hoy, nos despedimos con tristeza pero también con gratitud. Acompañamos con todo nuestro cariño a Martha, su esposa, y a su hija en este momento tan difícil. Aunque Johnny deja un vacío enorme, también deja un legado de amistad, alegría y cariño que vivirá por siempre en quienes tuvimos la suerte de conocerlo.
Que descanse en paz nuestro querido amigo Johnny.